«Izquierda y derecha defienden a la clase dominante»


Diego Fusaro es un rara avis: filósofo marxista y hegeliano que mantuvo sintonía con la Lega de Matteo Salvini y
es acusado de ‘fascista’ por un sector de la izquierda europea. Ahora
vuelve de la mano de Alianza con las seiscientas páginas de Historia y conciencia del precariado. Siervos y señores de la globalización, donde aborda las consecuencias de la  fragilización de los vínculos laborales
y también los principales conflictos políticos de la pospandemia. 

“El
problema es que la libertad de mercado sin una política que la
discipline y la gobierne, es decir sin un Estado soberano, democrático y
social, provoca ‘tragedias en lo ético’ (Hegel): miseria creciente, disolución de la comunidad, pérdida de derechos…

Además de respetado ensayista, Diego Fusaro es profesor en el Instituto de Altos Estudios Estratégicos y Políticos de Milán.

 Historia y conciencia del precariado

 Pregunta: Su tesis es que estamos retrocediendo hacia una
economía propia de la Edad Media, con la sociedad dividida en siervos y
señores
. Hemos pasado de la globalización a la ‘glebalización’, a ser
unos ‘siervos de la gleba’ de los oligopolios financieros y
tecnológicos. 

Respuesta: Así es. En Historia y conciencia del precariado sostengo que estamos asistiendo a un nuevo feudalismo: 

los nuevos laboratores están precarizados y carecen de derechos, son una clase media empobrecida y una clase obrera masacrada; los nuevos bellatores son los capitalistas multinacionales, el e-commerce y la big pharma; y los nuevos oratores son el clero intelectual que reza día y noche al dios mercado y defiende las relaciones de fuerza, exhortando a los laboratores a
aceptar con desencantada resignación o con necia euforia el orden de la
‘glebalización’ capitalista…

¿Cómo de lejos estamos de esa nueva Edad Media?

A todos los efectos nos encontramos ya en esa situación, y la
emergencia de la ç0v1d-19ha reforzado esos procesos: ha ‘replebeyizado’
la sociedad, llevándose todo por delante a golpe de confinamiento a las
clases medias y a los trabajadores e incrementando la riqueza de los
capitalistas antifronteras. 

La situación ha dado lugar a un nuevo
capitalismo autoritario-represivo que prohíbe las reuniones y encierra
al pueblo en cuarentena, impidiendo cualquier movimiento revolucionario y
de protesta. 

Han traicionado a Marx: la izquierda de la costumbre quiere lo mismo que la derecha del dinero», denuncia

Últimamente abundan las noticias y encuestas que indican un
rejuvenecimiento del apoyo a la derecha (por ejemplo, en Francia con
Marine Le Pen y en Madrid respecto a Ayuso). ¿Cuál es la explicación de
esta tendencia?

Lo atribuyo principalmente a la traición de las izquierdas.
Traicionaron a Gramsci, a Marx y a la clase trabajadora para convertirse
en los guardianes arco iris del gran capital

lo que defiende la
izquierda de la costumbre es lo mismo que quiere la derecha del dinero. 

Por ello, las clases trabajadoras y la juventud se encontraron sin
representación y, a menudo por una reacción rencorosa, votan a la
derecha reaccionaria. El éxito de Salvini, Le Pen,
etcétera, se explica sobre todo de esa forma: unos programas políticos
liberales en lo económico y enemigos de las clases trabajadoras, que se
solapan perfectamente con los programas de las izquierdas fucsia. 

Es la
alternancia sin alternativas característica de la época neoliberal: 

tanto si gana la derecha azul turquesa como si gana la izquierda fucsia,
de todas formas el que sale ganando es el capital, que justamente tiene
un ala derecha y un ala izquierda. 

También lo demuestra la parábola de
Podemos en España.

Hoy en día falta una verdadera izquierda de la hoz y
el martillo y roja, no arco iris y fucsia
: es decir una izquierda que
sea anticapitalista y comunista, que esté a favor de la soberanía del
Estado nacional
y del internacionalismo solidario entre países
socialistas. 

Se ha revertido la corrriente cultural de Mayo del 68.

Desde aquella revuelta, la izquierda se ha ido quedando reducida al
papel de perro guardián del capital. Y por eso ha perdido las simpatías
de los jóvenes y de los trabajadores. Por lo demás, si la izquierda deja
de interesarse por Marx y por Gramsci, lo que hace falta es dejar de
interesarse por la izquierda y proseguir con las luchas que fueron de
Marx y de Gramsci. 

———-….

Sus análisis hacen pensar que ya no es tan útil el eje izquierda/derecha y que ha sido sustituido por  nacional versus global.

La derecha y la izquierda son dos alas políticas y culturales que
defienden a los de arriba, es decir a la clase dominante. Los de abajo,
es decir la clase precaria de las clases medias y de los trabajadores,
carecen de representación

Por eso, la geografía política ha cambiado:
ya no hay derecha ni izquierda, sino arriba y abajo

el ‘arriba’ de la
élite turbofinanciera exige apertura a sus actividades, desregulación
económica y antropológica, globalismo y flexibilidad en todos los
ámbitos, desde el laboral hasta el de género; en cambio, el ‘abajo’
debería luchar por un Estado soberano nacional democrático y por la
eticidad en sentido hegeliano, es decir las ‘raíces éticas’ de la
comunidad
, desde la enseñanza hasta los sindicatos. 

En resumen, faltan
intelectuales y fuerzas políticas que representen a los de abajo. Por
ahora, el discurso tiene dificultades para consolidarse, porque, yo
diría con Gramsci, lo viejo está muriendo y lo nuevo todavía no ha
nacido. 

Supongo que ha seguido la crisis de Marruecos y España. ¿Cuál es su visión de este conflicto?

Hoy en día la clase dominante utiliza armas de inmigración masiva. Como explico en Historia y conciencia del precariado,
el capital denomina acogida e integración de los migrantes a la
deportación de brazos a bajo coste a los que explotar sin piedad, con
los que es posible reducir los costes de mano de obra en general, e
intentando crear conflictos horizontales de clase en el seno de una
misma clase (migrantes contra autóctonos).
 

El enemigo no es el migrante,
sino el que lo deporta, es decir el patrono capitalista. El enemigo no
es el que huye, sino el que obliga a los pueblos a huir. Lo que ha
ocurrido entre España y Marruecos es un clásico ejemplo del empleo de
las armas de inmigración masiva para ejercer presión sobre un Gobierno. 

¿Qué solución nos queda? 

Las derechas, no solo en Italia, luchan contra la inmigración sin
luchar contra el capitalismo. Y vierten sobre los migrantes el odio de
clase que por el contrario hay que verter sobre los capitalistas. Como
decía, los enemigos no son los migrantes, sino quienes los deportan, es
decir la clase patronal cosmopolita.

 La Iglesia debería, en nombre de
Cristo, oponerse a este obsceno tráfico de vidas humanas. Y por el
contrario dice ‘puertos abiertos’, que es la expresión preferida de la
clase patronal cosmopolita. 

Tenía razón Ratzinger cuando decía que hoy
en día solo se habla del derecho a migrar, y ya nadie habla del derecho a
quedarse en su tierra y en su comunidad.

Para las izquierdas actuales,
hablar de lucha de clases, de lucha contra la Unión Europea y de Estado
soberano democrático equivale a ser fascista», lamenta

Ya que cita la religión, una de las cosas
que más sorprenden del salvinismo es su rechazo a los valores cristianos
de acogida y socorro cuando se trata de migrantes.

La derecha utiliza el cristanismo como reclamo electoral, para
remitirse a unos valores que sin embargo traiciona cada día con sus
acciones. La verdad es que hoy haría falta un marxismo inspirado en la
corriente caliente del cristianismo, como decía Bloch:
un marxismo incluso teológico, si cabe decirlo así, en lucha contra el
ateísmo de la civilización de los mercados, contra su nihilismo y su
relativismo.
 

Hay más necesidad que nunca de redescubrir lo sagrado y lo
trascendente,
también entendidos en una acepción filosófica: lo sagrado y
lo trascendente son lo no disponible, lo que no puede ser objeto de
intercambio económico ni de voluntad de poder tecnocapitalista. 

El ser
humano es una figura de lo sagrado y de lo trascendente, y por eso es
preciso echar abajo cualquier relación en la que se rebaje y se explote,
se humille y se pisotee al hombre. 

Usted ha sido blanco de diversas campañas de desprestigio en España, desde noticias insinuando que es fascista en La Vanguardia hasta peticiones de boicot por parte de politólogos como Steven Forti, cercano al espacio político de Ada Colau. 

¡Ladran, Sancho, luego cabalgamos! No me extrañan esas reacciones
histéricas y rencorosas, fruto de la rabia y del deseo de linchamiento
mediático. 

……. hoy en día en la izquierda no existe un verdadero debate sobre el
estatus del marxismo y de la teoría filosófico-política: lo único que
hay es una patética lucha identitaria, con la que se defiende la
presunta pureza y se juega a tachar de fascista a todo aquel que no se
ajuste a la ortodoxia y se atreva a pensar críticamente. 

La izquierda,
exactamente igual que la derecha, hoy no puede ser la solución, porque
es el problema. Hacen falta nuevas síntesis políticas, nuevas visiones,
una nueva filosofía política que vuelva a poner en el centro a Marx y a
Gramsci en el nuevo contexto. 

¿Has sufrido estos intentos de linchamiento intelectual en otros países?

Desde luego, también se percibe en Italia, porque también en mi país
las izquierdas no se ocupan de otra cosa que no sean los ‘derechos
civiles’, que es como ellas denominan los caprichos consumistas de las
clases pudientes, como los vientres de alquiler.
 

Para las izquierdas,
hablar hoy de lucha de clases, de derechos sociales, de lucha contra la
Unión Europea y contra el atlantismo, de un Estado soberano democrático y
de marxismo equivale a ser fascista.

Su libro termina con un llamamiento a recuperar la confrontación política. ¿A quién considera el principal enemigo?

Creo que hoy, en Europa, la primera lucha que hay que emprender es
contra la Unión Europea, que representa la ‘restauración’ capitalista
después de 1989: 

hoy en día, luchar contra el capitalismo y contra la
clase dominante significa luchar contra la UE, batirse por una
recuperación plena de la soberanía nacional como base para
redemocratizar el espacio nacional y para favorecer una redistribución
keynesiana, reivindicar la autonomía nacional frente a la globalización
de los vértices, y la defensa del mundo del trabajo y de las clases
medias.

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