Microondas, antenas y celulares: consecuencias de la radiación que no nos contaron por TV… ni en la escuela

 

Escribe: David Rey

“Todos los estudios han demostrado que las microondas sí que tienen un efecto sobre nuestra salud”. Lo dijo para DAVIDREY.comar el experto en radiación Carlos Avellaneda, Técnico Especializado en Electrotecnia y Diplomado en Electrotecnología en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Pero, absurdamente, para realizar estas afirmaciones, el entrevistado no se vale tanto de sus credenciales universitarias como de sus propias investigaciones.

Es que las cuestiones que atañen a la radiación electromagnética, según explicó, “ya sea tanto en la Universidad Tecnológica como en la de Ingeniería, apenas se desarrollan teóricamente, muy lejos de aplicación práctica directa”. Y apuntó: “No son temas que se traten habitualmente. Habría que pensar por qué”.

Desde una joven que, en los albores de la revolución de los teléfonos móviles, comenzó con problemas de tiroides cuando le instalaron una antena enfrente de su casa… a una vecina del emblemático Monumento Nacional a la Bandera en la ciudad de Rosario que se preguntaba por qué en determinado espacio de su generoso balcón las plantas se marchitaban siempre, las formas con que los focos electromagnéticos pueden alterar nuestra biología son infinitos y, al decir de Avellaneda, bien “diversos”.

Ya por el año 2000, el entonces concejal rosarino Jorge Boasso había pretendido abordar la cuestión de la instalación de las antenas en el Concejo de la ciudad de Rosario, en tanto que por este mismo asunto la cercana ciudad de Firmat supo sentar jurisprudencia nacional. Pero, parece, con el tiempo quedó todo en la nada… “No nos vendieron el manual de uso, ni siquiera las advertencias”, se lamentó Avellaneda. “Cualquier persona puede estar, inocentemente, dentro de una esfera electromagnética”.  

Radiación ionizante y radiación no ionizante

“Es imperioso contar con centros de estudios e investigación sobre estos temas”, dijo, “a pesar de que ya está todo investigado. Algo que, encima, lo niegan”. El caso es que, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, según se explayó el entrevistado, comenzó a implementarse la tecnología de las microondas “no ionizantes” ya sea tanto con los hornos así llamados como con los radares de detección.

A diferencia de las radiaciones ionizantes (rayos ultravioletas o radiografías, por ejemplo), las no ionizantes no son “acumulativas”, es decir, no dejan una secuela inmediata e irreversible en el organismo. Aunque esto no signifique, en absoluto, que sean inocuas… sino más bien todo lo contrario. Y quizá sean peores aún en el sentido de que todo el mundo ignora sus consecuencias y se presta a ellas sin el más mínimo reparo. En fin, una amenaza que no parece tal… y a la que le hemos dado la bienvenida con bombos y platillos y de la que hoy resulta imposible prescindir.

De la radiación no ionizante, al no ser acumulativa, la biología se recompone, es decir, “el cuerpo puede volver a estar como estaba antes de haber sido irradiado”. Pero decir que, por esto, son inocuas, “es un error gravísimo que se ha explotado a nivel comercial. Todos los estudios que se han realizado han demostrado que sí afectan la salud”, indicó Avellaneda, para luego citar el libro “El arcoíris invisible”, de Arthur Firstenberg, donde se concluye que la biología es “increíblemente sensible, mucho más de lo que imaginamos, a las microondas. Es un efecto muy diverso”.

De uso doméstico, aunque peligroso

Avellaneda recomendó no usar el horno microondas ya que cualquier persona -con los dispositivos adecuados- puede comprobar que “los niveles de afectación son elevadísimos” ya no solo por las ondas en sí como por la forma con que degrada los alimentos al punto de anularles todos los nutrientes y, por tanto, en convertirlos en algo no precisamente saludable para el organismo. “Los estudios ya están hechos, sólo hace falta conocerlos”, detalló.

La misma consideración para el resto de las reliquias tecnológicas de hoy en día: teléfonos inteligentes, notebooks, Bluetooth, Wi-Fi, etc. “Somos 100% incompatibles con las microondas”, advirtió el experto en radiación a DAVIDREY.com.ar, “no hay ninguna frecuencia tolerable para el ser humano. La solución es utilizar otra tecnología, y esa tecnología ya existe”, como ser el cableado convencional con el que habitualmente se conecta una PC al módem.

5G: Estábamos mal, vamos peor

Tras dos años de restricciones “pandémicas”, en donde casi todas las personas eran “no esenciales”, parece que inexplicablemente sí lo fue el hecho de colocar las nuevas antenas 5G por todos lados. Si bien Avellaneda explicó que todavía no hay (publicados) muchos estudios respecto del impacto de estas antenas en la salud, sus consideraciones al respecto son más bien preocupantes.

 

El caso es que -sin acertar a explicarse por qué o para qué-, Avellaneda advirtió que las antenas 5G multiplican por 10 la frecuencia de sus antecesoras. “Si con una antena de 1,9 GHz ya se producían problemas tremendos para la salud, solo podemos imaginar lo que puede ocasionar una frecuencia capaz de llegar a 35 GHz”, dijo.

“Todo ser biológico es electrosensible”, precisó, “lo cual es crucial. Todas las células que nos componen poseen iones y, frente de un campo electromagnético, van a reaccionar. Cuando la membrana de las células se altera dejan de ser impermeables y se contaminan con lo que sea”.

“Todos están convencidos de que todo está bien, pero porque no han tenido la información suficiente sobre este tema”, señaló a DAVIDREY.com.ar. “Las personas también actúan como antenas, de modo que las ondas pueden resonar en órganos o conjuntos de células. La energía puede ser expulsada o absorbida”, un albedrío que podría verse acotado por la influencia del óxido de grafeno, el novedoso material -justamente- radiomodulable que varios estudios han demostrado que poseen las inoculaciones para pretender combatir al supuesto Sars-Cov-2, algo que -como otras cuestiones- será motivo de futuras charlas con el señor Carlos Avellaneda.

 

 

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