Satanás no tiene necesidad de trabajar, de fatigarse para atraparos (Valtorta)


Os he dado la Palabra y el Amor y la Sangre de Dios, y vosotros habéis cerrado vuestros oídos a la Palabra, vuestra alma al Amor, y habéis blasfemado mi Sangre.

Yo he sustituido al antiguo Tabernáculo, donde estaban dos tabIas de piedra escritas por el dedo de un Profeta y un poco del maná, el nuevo Tabernáculo en el cual está el Pan verdadero bajado del Cielo y mi Corazón donde está escrito el Pacto del amor que vosotros, no Yo, violáis.

Ya no podéis decir: «No sabemos cómo es Dios». He tomado Carne para que tuvierais una Carne que amar, no bastándole a vuestra pesantez con amar un espíritu.

¿Y entonces? ¿Qué habéis hecho? ¿Qué habéis hecho cada vez más? Habéis vuelto la espalda a Dios, a su altar, a su Persona. No habéis querido a Dios, el Dios Uno y Trino, el Dios verdadero.

Habéis querido dioses. Y vuestros dioses actuales son más ignominiosos que los dioses antiguos o que los fetiches de los idólatras. Sí, que los fetiches de los idólatras. En esos se anida aún el respeto por la imagen de Dios, tal como su mentalidad e ignorancia la saben concebir. Y en verdad, en verdad os digo que serán juzgados con mucha menor severidad los idólatras naturales que vosotros, idólatras de malicia, vendidos a la peor idolatría: la auto idolatría.

Sí, os habéis creado dioses de carne, y carne corrompida, y ante ellos habéis sabido cantar hosanna y doblegar la cabeza y la espalda que no habéis sabido inclinar ante Dios. Habéis despreciado, renegado, burlado, roto mi Ley; pero habéis aceptado y obedecido, como esclavos y como animales domesticados por el domador, la engañosa ley que os han dado los pobres hombres descarriados aún más que vosotros y cuyo destino es tal de hacer temblar de horror todo el cielo.

¡Idólatras, idólatras, paganos, vendidos a la carne, al dinero, al poder, a Satanás que es dueño de estos tres reinos nefastos de la carne, del dinero y del poder!

Pero ¿por qué, por qué, pueblo mío, has salido del Reino que te había dado, por qué has huido de tu Rey de Perfección y de Amor y has preferido las cadenas y la barbarie del Reino de Satanás y el Príncipe del Mal y de la Muerte? ¿Así recompensas al Altísimo que es tu Padre y Salvador? ¿Y te sorprendes si brota fuego de la tierra y llueve fuego del cielo para incinerar la raza perversa y traidora que ha renegado a Dios y acogido a Satanás y a sus ministros?

No, ¡Satanás no tiene necesidad de trabajar, de fatigarse para tragaros! Yo debo fatigarme para tratar de atraeros aún, porque si vosotros habéis renegado vuestro origen, Yo recuerdo que soy vuestro Padre y Salvador. No reniego de mis desgraciados hijos y todavía intento salvarles hasta la última hora, en la que seréis congregados para la selección inexorable.

¡Oh María!, este castigo no es inmerecido. Es justo. Es grave porque vuestras culpas son gravísimas. Pero no está, no está dado por maldad de un Dios que es todo bondad. Vuestro Dios se daría a Sí mismo para ahorráoslo, si supiera que esto os favorecería. Pero debe, debe dejar que vosotros mismos os castiguéis de vuestras locuras, de vuestros comercios con la Bestia.

Mil y diez mil se perderán en cada rincón de la tierra. Pero, en la agonía que os ahoga, alguno sentirá resonar la Voz de Dios y levantará el rostro de las tinieblas hacia la Luz. Ese uno que vuelve justificará el flagelo, porque -sábelo y piensa qué obligación tenéis de custodiarla- el precio y el valor de un alma es tal que no bastan los tesoros de la tierra para comprarla. Es necesaria la Sangre de un Dios. La mía».

Cuadernos Valtorta 1943



Nota Original